domingo

Eztlixochitl Peuhcayotl


El día había sido particularmente cálido y soleado, por lo que la llegada de la noche era particularmente bienvenida por todo el mundo, la suave brisa enfriaba gradualmente la ciudad, su efecto era en especial agradecido por los enamorados, que ahora podían abrazarse sin sentir los estragos del clima y así prodigarse algo más que un simple abrazo fugaz.
En particular llamaba la atención una pareja, que habían estado compartiendo promesas de amor, besos y una que otra caricia sutil, pero ahora, en aquel solitario parque, la noche los cubría con su halo de misterio y anonimato, por lo que ahora sus manos eran tan elocuentes como sus bocas, tal vez incluso, más.
Sueños,  promesas, futuro, compromiso,  innumerables cosas pasaban por la mente de los jóvenes, menos una:
La muerte.
Un par de ojos de pupilas rojas cual rubís, reflejaban un hambre insondable, observaban con avaricia la escena, aquella pareja ya no se pertenecían el uno al otro, ahora le pertenecen a él.
Un vástago joven, tal vez con pocos días de nacido, en sus movimientos era notable que no estuviera acostumbrado a moverse tan rápido y mucho menos en silencio, pero con el poder de un inmortal aun bajo su inestable dominio, era seguro que lograra su cometido de alimentarse.
Salto desde la azotea de aquel edificio de 4 pisos, los adoquines crujieron y se partieron ante el impacto gemelo de sus botas contra ellos, aprovechando el impulso de su caída arremetió de frente hacia la pareja, que si bien habían escuchado el sonido del golpe, no le habían prestado la menor atención, en su mundo solo existían ellos dos.
La muerte de ojos rojos y garras afiladas se acerco inmisericorde, con saltos de diez, doce metros, en unos segundos, ya no serian seres humanos, serian alimento… Las fauces del ser se abrieron inhumanamente, preparando el golpe, que habría de ser letal y definitivo.
El estruendo de algo que convirtió la banca al lado de ellos en astillas y metal doblado, saco a la pareja de su embeleso, llenándolos de miedo y angustia, el cuerpo del  joven vástago ahora estaba en una posición poco natural e incluso se podría pensar que estaba muerto, a unos pocos metros detrás se encontraba la causante de tal hazaña.
Contundentes formas femeninas se dibujaban contra la precaria luz de aquel parque, unos pantalones de cuero negro a la altura de la cadera, que terminaban en un par de botas de motociclista, una sudadera holgada y unos lentes oscuros que dejaban entrever unas pupilas rojas, casi iguales a las del vástago caído.
-          Váyanse, ahora… - Ordeno la mujer, cuya voz sonaba seca, como la de una fumadora empedernida, o quizás como alguien que tiene mucha, quizás demasiada sed.
La pareja salió corriendo de ahí a toda la capacidad que las piernas y el miedo les permitían, la mujer los vio alejarse acompañándoles con un sonoro chasquido desdeñoso de su boca, tras lo cual volvió su atención al cuerpo del vástago y sacando una mano de la bolsa de su sudadera, hizo un ademan con ella, gesto que hizo que sus uñas crecieran a unos diez centímetros….
-          Veras niño… no tengo nada en contra tuya, pero a Raven no le gusta que el amor verdadero se vea interrumpido por nuestra especie, así que lamento decirte que tu corta vida inmortal llego a su fin…-
Aquellas garras cortaron el aire nocturno con velocidad pasmosa, pero en vez de encontrar un blanco, solo convirtió en jirones el saco del vástago, quien ahora se encontraba  varios metros alejado del piso, como si de una ave fugitiva se tratase.
Había un dejo de incredulidad en la cara de la mujer, que casi inmediatamente se convirtió en una mueca de desagrado en sus labios y estos se abrieron, en palabras o más bien un reproche para sí misma:
-          Ummph… había olvidado que los vástagos son más rápidos…
Salto con una velocidad muy cercana a la del vástago pero a diferencia de que el primero había saltado, rápida e incontroladamente, la segunda pareció ascender en un vuelo controlado, limpio y bien trazado, si bien su movimiento fue rápido y centellante, rápidamente encontró el cuello del vástago y se dispuso a apretarlo hasta partirlo como a una rama seca.
Mas ella había caído en la trampa de su propio exceso de confianza, tal vez el vástago era joven e inexperto, pero para compensar su inexperiencia, poseía un  vehemente instinto de supervivencia, eso, aunado al hecho que el casi recién nacido vampiro aun  no poseía los limitantes de autocontrol que todo vampiro maduro posee, por el momento lo convertía en un vampiro un poco más fuerte que ella.
El joven vampiro se despojo de la mano que apresaba su cuello, y aparentemente sin esfuerzo  doblo la mano hacia atrás, primero desde la muñeca y después desde la articulación del codo, haciendo que el brazo adoptara una posición extraña y produjera un crujido semejante al de la madera al romperse,  esa acción hizo que la mujer gritara llena de dolor y de sorpresa, y mientras ambos caían al piso  a gran velocidad, la posición ventajosa del vástago fue aprovechada, posiciono su cuerpo encima de su atacante, así podría usarla como escudo contra el impacto contra el suelo, el saldría ileso del golpe y ella llevaría la peor parte del golpe.
El impacto fue sonoro, contuso, levanto una leve nube de polvo, que se despejo en cuestión de segundo,  ofreciendo una imagen digna de pesadilla, el torso de la mujer fue atravesado por los restos de madera de la banca, convirtiéndola en algo parecido a un alfiletero, pero aun así, ella seguía moviéndose, gritando y maldiciendo en una lengua desconocida y así en su lamentable estado, se puso de pie, con una ira monumental reflejada en sus ojos.
-          Desgraciado hijo de…… -
La mujer alcanzo a arrancar de su cuerpo un par de “estacas” antes de que fuera golpeada en embestida por aquel vástago furioso y dispuesto a defender su corta vida.
El golpe si bien, burdo, bruto y descuidado, había sido contundente, haciendo volar  varios metros hacia atrás a la herida que ahora se había callado sus bravatas, solo para mostrar un gesto de dientes apretados, que hacían evidente que aquello le había dolido.
La silueta rampante del vástago eclipsaba la luz mortecina de las lámparas del parque y la vampira herida no pudo sino apretar nuevamente los dientes, preparándose a recibir el golpe y a resistirlo lo mejor posible….
Pero su sorpresa fue por demás mayúscula cuando vio al vástago caer a medio salto, víctima de 6 dardos de madera estratégicamente disparados en puntos débiles.
Un tercer participante apareció de un lugar desconocido, su paso firme y rápido, además de su impecable puntería hizo pensar a la vampira en su compañera, Raven Nightroad, de oficio Cazadora,  pero al acercarse, la figura mostro una silueta definitivamente masculina.
El segundo hombre apunto su arma a la cabeza del caído vástago, disparando tres veces, después, es un movimiento fluido desenfundo una espada curva, parecida a una cimitarra, pero más delgada y destellando a la escasa luz del parque, corto la cabeza del joven vampiro, que rodo hasta llegar a los pies de la incrédula mujer herida.
-          Yolloquimalli…
Los ojos de la vampira se abrieron desmesuradamente por la sorpresa de reconocer su propia lengua materna, pero aquel acento, cortes, pero a la vez distante y tal vez incluso, con un toque de reproche le dejaba un dejo a recuerdo, pero no un mensaje exacto que la hiciera recordar toda la imagen.
El cazador tenía una capucha que impedía ver su cara, sin embargo había visto la imagen mental de aquel tipo en la mente de mucha gente, aquí y allá en la Ciudad humana, imágenes de un fantasma, un cazador, un recién llegado de algún lado no especificado, alguien que en menos tiempo que cualquier antecesor había eliminado a muchas y muy peligrosas amenazas del Reino Oscuro o por lo menos esa era la percepción general, pero dada la desconfianza natural de Eztlixochitl aunada a la incapacidad para poder leer su mente, eso lo convertía en una amenaza potencial y al que ahora tal vez le debía la vida.
Yazco le extendió la mano a la vampira,  que aun desconcertada la extendió por reflejo, y sin darse cuenta, la mujer encontró el rostro de su rescatador demasiado cerca de la suya, al grado que puso percibir su aliento,  en el que se percibía menta y arándano.

-          Sé que tienes muchas preguntas, Eztlixochitl, pero con ese aspecto no nos dejarían entrar al Restaurant Keller… lámete las heridas, cámbiate de ropa y te veré ahí en una hora…
Eztli, aun sorprendida, no se dio cuenta cuando aquel hombre metió la mano en uno de sus bolsillos y que saco algo de él, sea lo que hubiera sido, lo arrojo hacia su cara y estallo muy cerca de sus ojos con un leve pero certero resplandor.
Tosió, trastabillo y trato de despejarse la garganta, aquella cosa, además de magnesio también debió de haber contenido, pimienta, ajo y muy probablemente vidrio pulverizado, cualquiera que hubiera sido la mezcla, había sido más que efectiva, ya que además de cubrir la huida de su rescatador, había dejado inútil por unos momentos los agudizados sentidos de la vampira.

-          Tomas Yazco…  -  murmuro entre dientes, mientras caminaba y se despojaba del resto de astillas que tenia incrustadas en el cuerpo.

Incomodidad, solo en esta palabra se podía resumir lo que Eztli sentía en  esos precisos momentos,  si bien la vestimenta elegante y sugerente hacia que se volviera de inmediato el blanco de las miradas masculinas, el hecho de saberse expuesta, fuera de lugar  y sobre todo sin ventajas de elemento hacia que precisamente eso: hacerla sentir incomoda en extremo.
Fingió retocar su maquillaje en lo que el maître confirmaba la invitación a nombre de Tomas Yazco y Acompañante,  pero al no reflejarse en los espejos, esto solo era una táctica para poder ver hacia sus espaldas.
Aun y cuando los poderes que le habían sido otorgados por el extinto Juval le simplificaban las cosas, ciertos hábitos arrastrados desde hacía siglos eran muy difíciles de olvidar, la brocha se deslizo por sus mejillas en un gesto ensayado miles de veces,  mientras  sus ojos carmesí, disfrazados tras pupilentes castaños revisaban todo el lugar con la ventaja de los sentidos de un vampiro,  exhalo en un leve signo de fastidio, confirmando lo que el Maître estaba por decirle:
-          Madame, su mesa esta lista, pero el Sr. Yazco aun no llega… permita que el anfitrión la lleve a su lugar. – Dijo el hombre, con un gesto elegante aunque convenientemente ensayado por sus años en el oficio.
La vampira se limito a asentir con un gesto de su cabeza y siguió al anfitrión hasta la mesa que Yazco había reservado, esto le olía a trampa por todos lados.
Su paso por entre las mesas no paso desapercibido, murmullos de envidia, odio, deseo, lujuria o de simple admiración llenaron el sonido del restaurant, que en esos momentos estaba lleno de comensales,  con su conocida actitud Eztlixochitl camino por entre las mesas con soltura y en total control, rozando algunas manos ligeramente al compas de su cadera,  sonriendo levemente, lo suficiente para no mostrar sus afilados colmillos, sabiendo que independientemente de lo que pasara con Yazco, esa noche iba a saciar su sed… La máscara de una sonrisa amplia del anfitrión, le indicaron que esa era su mesa,  siguió el protocolo elegante, esperando que el hombrecillo aquel adelantara su silla y  la ayudara a tomar asiento.
-          ¿Puedo traerle algo a la Señorita?

-          Si… tráigame una botella de Chardonnay. – indico con frialdad, sin siquiera ver la lista de vinos que el mesero le ofreció, a lo cual el aludido se apresuro a cumplir la orden con una leve reverencia.

-          No entiendo cómo es que Juval podía vivir con tanto barullo y voces ajenas en la cabeza… tan pueriles, prosaicos y simples… a veces creo cometí un error al aceptar el “regalo” de Phleggy… -  Esos eran los pensamientos que revoloteaban en la cabeza de la vampira mientras trataba no hacer cosa a todos los pensamientos sueltos de quienes se encontraban en el restaurant, por lo que agradeció que el mesero no tardo mucho con la botella, pero su impaciencia casi se desbordaba por el circo de ademanes del mesero al servir la dichosa copa.

Bebió su contenido con avidez, esperando que aquel liquido mitigara aunque fuera de manera mínima su sed,  ya que gracias a Raven y Lance, había desarrollado cierto gusto por las bebidas humanas, pero tras acabarse la botella en unos cuantos sorbos, se dio cuenta de que, sin importar cuánto vino bebiera, su sed permanecería incólume y creciente.
Con un gesto y lenguaje algo groseros, pidió otra botella, y se dispuso a esperar, no sin algo de molestia, preguntándose por que había hecho caso a la invitación de Yazco.
Mas la respuesta llego rápido, recordando cuando había sido la última vez que había oído su lengua materna en otros labios que no fueran los propios, eso era intrigante, además podía jurar que el acento y timbre de aquella voz eran conocidos. Y le sacaría la verdad a Yazco, por la buena o por la mala.

Iba a la mitad de la sexta botella, cuando un murmullo creciente, llamo su atención, todos los pensamiento y voces anunciaban a  un recién llegado, algunos indicaban a una estrella del mundo de la música o el cine, tal vez a algún político, tal vez algún miembro de la realeza…
-          Así que ya llegaste…. – Pensó ella con fastidio, era obvio que al Sr. Yazco le gustaba estar en los reflectores.
El abrigo de piel blanca con capucha arrastraba unos veinte centímetros por atrás de los pasos de Yazco,  un casi smoking de igual color complementaba la vestimenta, las manos enguantadas, numerosos joyas adornando el pecho y los dedos. Dos enormes hombres de smoking negro  se apearon a ambos lados de la antesala donde estaba el maître, mientras un hombre más bajo y delgado que Yazco se adelanto a hablar con él.
Los gestos eran más que elocuentes, Yazco era tratado como la realeza,  el mesero al que le correspondía atenderlo caminaba a ritmo apresurado, mientras se acomodaba la corbata y con los mismos gestos de hipocresía, (o incluso más exagerados) llevo a Yazco a la mesa donde ya estaba la vampira.
-          Bouna notte… - Saludo con cortesía Yazco.

-          Así que el Sr. Por fin se digno a aparecer… además parla italiano… tú si sabes cómo impresionar a una mujer. – Dijo con algo de petulancia la vampira.

-          Aun no has visto nada… - Sonrió Yazco por debajo de la capucha de piel blanca.

El maître corrió de alguna manera entre las mesas y le susurro algo al oído del mesero, que trago saliva y se dispuso a hablarle a Yazco.
-          Señor Yazco… ¿me permite retirarle su abrigo? –
El aludido hizo un ademan afirmativo, y con ambas manos se retiro la capucha de su abrigo, para mostrar su rostro a la luz del centenar de luces artificiales del lugar…
Si es que pudiera ser posible, la vampira se quedo sin aliento, sus ojos se abrieron en un gesto de miedo y asombro,  sintió una emoción que casi había olvidado, el lejano recuerdo de cuando era humana invadió su mente, viajo cientos de años hacia su propio pasado.

Había sido un mal año, la langosta había asolado los campos de cultivo, y lo que no se habían comido ahora estaba en un serio peligro de perderse debido a la prolongada sequia.
Por todos lados se oían los llantos de los niños con hambre, algunos de los más ancianos, sucumbían a la sed y al hambre,  los dioses habían dado la espalda al pueblo de Cenpantli Acatl
El Tlatoani hablo, después de estar en consejo con los Huehues,  se había llegado a la necesidad del sacrificio, si el Dios Sol quería sangre, sangre le darían, así, agradecido,  hablaría con su hermano el dios de la lluvia,  que se compadecería de su desgracia y les enviaría la tan ansiada lluvia, era necesario aplacar la ira de los dioses, se necesitaban doncellas.
Ameyaltzin, había sido una de las siete escogidas, sus ojos negros como la obsidiana se llenaban de lagrimas al ser arrebatada de su vivienda por los Topixque, vio a otras 6 doncellas de su edad, ninguna de ellas sobrepasaba los veinte Xiuhmilpilli, vio como su madre caía de rodillas llorando y gritando.
-          No llores Nantzin, iré a donde Miquiztli a reunirme con Auachtli...
La madre de Ameyaltzin entendió todo al oír el nombre del nombre de la más querida amiga de su hija, muerta un Xiuhmilpilli atrás, también en un tlamanaliztli.
La pirámide se erguía en el centro del poblado, el símbolo del poder del Tlatoani, dominaba todos los aspectos de la vida del pueblo, todos menos la voluntad de los dioses.
En la cima, las siete doncellas aguardaban su destino, eran las doncellas más hermosas y las más valientes, dispuestas a dar la vida por la supervivencia de su pueblo, en el centro de la pirámide estaba el pozo, que llegaba a una profundidad considerable, pero desde esa perspectiva era posible ver los despojos de los anteriores sacrificios, los Topixque sostenían cada uno un macuahuitl de madera dura con incrustaciones de jade y obsidiana.
El sol llego a su cenit, el mas huehuetini de los Topixque, levanto su macahuitl al sol, mientras entonaba un cantico monótono de alabanza al gran Tonatiuh, señor del sol y causante de su desgracia,  cuando termino, paso el arma ceremonial al Topixque que se encontraba a su derecha, y este, se dirigió al banquillo de sacrificio donde esta arrodillada la primera doncella…
Ameyaltzin vio caer el cuerpo de la jovencita que apenas y conoció hacia unas horas, su aparente valentía se había esfumado,  al ser colocada en el banquillo, sintió temor, como nunca antes en su vida,  sus lagrimas caían incontrolablemente, y hacia un esfuerzo supremo para no sollozar, solo para esperar el golpe fatal…
Pero cuando sintió venir el golpe, trato de moverse, trato de gritar, pero las manos del Topixque parecían roca, solo pudo mover la cabeza un poco, el golpe no le dio en la cabeza como a sus antecesoras, el rápido movimiento de aquella arma la hizo sentir el frio de la piedra afilada en su cuello, la  repentina oscuridad la rodeo y se sintió cayendo con la garganta cortada hacia su seguro fin en el pozo de sacrificios de la antigua pirámide.
Una gota de lluvia golpeo su cara, aun dentro del pozo podía ver las estrellas brillar, tan distantes, tan hermosas, quiso estirar su mano para alcanzar alguna, pero solo sintió un dolor intenso, aunque los cuerpos muertos habían amortiguado el golpe, varios de sus huesos estaban rotos, además la herida en su cuello la hacía sentir tan cansada, cerrar los ojos sería fácil, pero no, su voluntad no se lo permitía, abrió la boca, esperando que la lluvia fuera lo suficientemente fuerte como para que llegara un poco a sus agrietados labios, sus ojos se cerraban, se esforzaba por mantenerlos abiertos, pero cerrarlos implicaba el descanso, un viaje de ida a Miquiztli… adiós al cansancio…  
¿Acaso era una ilusión? Aquel sonido, alas que se mueven en viento, una sombra que eclipsa a las estrellas por encima de ella, ¿acaso será Mictlantecuhtli que viene?  Manos firmes acercan un guaje lleno de agua fresquísima, ella quiere agradecer, pero su voz es apenas audible, ¿quién podría llegar al pozo y desafiar la voluntad de los Huehues?
-          Zan yeyo quetzalxiliztli… zan yeyo achicahuayotl…
La voz se oia grave, profunda, pero amable.
-          Contestame esto niña…  ¿tienes la suficiente voluntad para vivir?

Aun con los labios agrietados, con apenas fuerza para hablar, contesto.
-          Si.
La joven casi sin vida se sintió elevarse, en un momento la oscuridad casi total del pozo la rodeaba, ahora las estrellas se antojaban mas cercanas que nunca y la luna creciente se dibujaba cerca del horizonte,  sus ojos se ajustaron a la noche, por fin veía el rostro de aquel que le ofrecía la vida…  era el mismo rostro que ahora estaba frente a ella en restaurante.
-          Tahtli Camazot…. –
Se postro de rodillas ante el hombre de la vestidura blanca, inclinando la cabeza con una combinación de miedo, fervor y tal vez incluso… amor.
-          Levántate cihuaconetl… me avergüenzas.
Ahí estaba el,  cabello negro a la altura de los hombros,  una mirada tranquila coloreada en el mas profundo carmesí,  rasgos indígenas marcados y afilados, ese era el, el Dios Murcielago, Camazot…
-          ¿Porque el disfraz de Tomas Yazco, padre?

-          Adaptacion, simple adaptación, uno tiene que pasar despaercibido y lo sabes, aunque debo de agregar que te has adaptado muy bien al estilo occidental de las cosas,  Maxochitl.-

Ambos sonrieron, y continuaron su plática, conforme desfilaban viandas, platillos caros, y botellas de vino, si bien la desconfianza inicial se había despejado había algo de incertidumbre en la voz de la vampira, que ya sin poder contenerse después de dos horas soltó la pregunta:

-          ¿Que haces aquí Padre? –
El otro inclino la copa de vino mientras inclinaba también su cabeza hacia atrás, como si quisiera posponer la respuesta, aunque eso iba a ser inútil, por lo que contesto con la misma franqueza y frialdad.
-          Hace unos meses me encontré con Yaoyotl, es muy posible que se dirija hacia aca… - contesto sin verla a los ojos y mientras se servia otra copa de vino.
Yaoyotl… hacia siglos que no oia ese nombre, el nombre de su “hermana”, la mujer que casi la mata por contar con el favor de Camazot y que había jurado destruirlos a ambos,  titubeo, rodando los ojos, esperando encontrar una respuesta coherente dentro de su mente, pero el cumulo de emociones le pesaban,  estaba demasiado confundida, necesitaba el consejo de Raven y tal vez el de alguien mas, solo algo se le ocurrió, para darse tiempo.
-          Y que es lo que esperas de mi, padre.-
No pregunto,  disparo su respuesta para poder salir de ese lugar, de pronto el sitio se sentía pequeño y atemorizante.
Camazot se puso de pie, se llevo la mano al bolsillo del saco, mientras con la otra hizo un gesto a los ghouls en la puerta, cuando ambos se encontraron a cada unos de sus lados, descubrió lo que tenia en la mano: Una tiara de jade, con el símbolo del dios Murcielago azteca, casi idéntica a la que la vampira había poseído antes, la coloco en el centro de la mesa, al tiempo que se volvia a enfundar en su abrigo.
-          Eso depende de ti, Hija…

FIN.


 Notas:
Cenpantli Acatl = Veinte Cañas
Tlatoani  = Cacique
Huehues = viejos
Ameyaltzin = Pequeño manantial
Topixque  = Sacerdotes
Xiuhmilpilli =   Año solar Azteca, de 18 meses de 20 dias.
Nantzin = Madre
Miquiztli = Descanso/Muerte
Auachtli = Rocio de la mañana
Tlamanaliztli = Sacrificio
Huehuetini = Anciano     
Macahuitl = Mazo de guerra Azteca
Tonatiuh = Dios del Sol
Mictlantecuhtli   = Dios de la Muerte
Zan yeyo quetzalxiliztli = Tan hermoso/a
Zan yeyo achicahuayotl = Tan fragil  
Tahtli  = Padre
Camazot  = Dios Murcielago
Cihuaconetl = Hija
 Maxochitl =  Ramo de Flores
Yaoyotl =  Guerra

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